Paz Más Allá de Todo: ¿Cómo Enfrentar las Tormentas de la Vida?

En un mensaje profundo y revelador, el Pr. Marcelo Juárez nos invita a explorar la verdadera naturaleza de la paz, una paz que va más allá de la ausencia de problemas y se arraiga en nuestra relación con Dios.

A través de un recorrido bíblico, se nos invita a reflexionar para llegar hacia una comprensión de cómo obtener y mantener esta paz inquebrantable.

Uno de los pilares de este mensaje se encuentra en Juan 16:33: «Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo». Este versículo crucial establece una distinción fundamental: la paz que Jesús ofrece no es una exención de las dificultades terrenales, sino una presencia constante en medio de ellas. Como bien señala el pastor, el mundo nos presenta aflicciones, pero en Jesús encontramos un refugio de paz, una victoria ya asegurada.

Complementando esta idea, Juan 14:27 nos dice: «La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo». Aquí, Jesús enfatiza la singularidad de su paz. A diferencia de la paz efímera y condicionada que el mundo ofrece – como la tranquilidad momentánea de evitar una deuda o el alivio superficial de una pastilla – la paz de Cristo es profunda y duradera, capaz de calmar la turbación y el miedo en nuestros corazones. La verdadera paz no es una circunstancia, sino un estado del ser que Jesús imparte.

El camino hacia esta paz transformadora se explora en Romanos 5:1-5: «Habiendo sido justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y esta esperanza no avergüenza, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado». Este pasaje revela una secuencia vital. Primero, la justificación por la fe nos reconcilia con Dios, estableciendo una paz fundamental. Luego, incluso en medio de las tribulaciones – que son inevitables en este mundo– podemos gloriarnos, ya que estas producen paciencia. Es crucial entender que la tribulación en sí misma no genera paciencia, sino que es al enfrentarla con la paz de Dios que obtenemos un resultado positivo. Esta paciencia forja un carácter probado, una fe que trasciende el sentimentalismo y busca el propósito de Dios en la prueba. Y este carácter probado alimenta nuestra esperanza, una esperanza que no nos defraudará porque está cimentada en el amor de Dios derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo.

El Salmo 40 nos ofrece un testimonio personal de esta dinámica: «Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí y oyó mi clamor; y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos». Este salmo ilustra el fruto de la paciencia en medio de la adversidad. El salmista, al esperar en Jehová, experimentó la liberación de la desesperación y el establecimiento firme de sus pasos. Esto nos recuerda que los tiempos de Dios no son nuestros tiempos, y la paciencia nos permite ver la obra de Dios en nuestras vidas.

La promesa de renovación de fuerzas para aquellos que esperan en el Señor, aunque no se cita explícitamente con referencia de capítulo y versículo, evoca la poderosa imagen de Isaías sobre aquellos que levantarán alas como águilas, correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán. Esta promesa subraya que en la paciencia aprendemos a vivir de las fuerzas sobrenaturales que Dios nos da, permitiéndonos enfrentar incluso las situaciones imposibles.

Finalmente, la reflexión sobre el amor nos lleva al corazón de 1 Corintios 13, donde se describen las características del amor de Dios: paciente, bondadoso, sin envidia, etc. El pastor enfatiza que nuestro amor humano es limitado e insuficiente, condicionado y medido. Para amar verdaderamente, especialmente a aquellos que nos han lastimado, necesitamos el amor de Dios fluyendo a través de nosotros. Este amor divino, derramado por el Espíritu Santo, tiene el poder de impactar vidas para siempre.

En conclusión, el mensaje del Pr. Marcelo Juárez Paz nos invita a buscar una paz que trasciende las circunstancias, una paz que se encuentra en una relación restaurada con Dios a través de la fe en Jesucristo. Esta paz nos capacita para enfrentar las tribulaciones con paciencia, desarrollar un carácter probado y vivir con una esperanza inquebrantable, todo ello impulsado por el amor de Dios que fluye en nosotros. Los pasajes bíblicos citados no son meras palabras, sino faros que iluminan el camino hacia una vida transformada por la paz divina

Tomado del sermón del pastor Marcelo Juárez predicado el Domingo 6 de Abril de 2025