Honrando el Pacto:

El Pr. Marcelo Juárez compartió recientemente un mensaje poderoso titulado «Honrar el pacto». Este mensaje se centra en la Cena del Señor y la profunda necesidad de participar en ella de una manera que honre verdaderamente lo que Cristo hizo por nosotros en la cruz del Calvario. La predicación, basada principalmente en 1° Corintios, capítulo 11, nos confronta con la seriedad de este acto conmemorativo.

El Fundamento Bíblico: 1° Corintios 11

El apóstol Pablo recibió directamente del Señor la enseñanza sobre la Cena del Señor. Esta enseñanza, que ya había sido experimentada por otros discípulos, implicaba compartir el pan y la copa entre los creyentes. Jesús, la noche que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: «Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí». De la misma manera, tomó la copa después de haber cenado, diciendo que era Su sangre del nuevo pacto, derramada por muchos para remisión de los pecados.

Cada vez que comemos este pan y bebemos esta copa, anunciamos la muerte del Señor hasta que Él venga. Este es un acto de recuerdo y proclamación.

El Peligro de Participar Indignamente

Una parte crucial del pasaje de 1° Corintios 11 es la advertencia sobre tomar la cena «indignamente». Pablo escribe: «De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor».

El Pr. Juárez explicó que participar indignamente tiene varios significados, basándose en el contexto del pasaje. No se trata necesariamente de sentirnos «dignos» por nuestros méritos (nadie lo es en sí mismo), sino de la condición de nuestro corazón y nuestra actitud al participar. En la iglesia de Corinto, había desorden: la gente no esperaba a los demás, había desprecio entre quienes tenían más y quienes tenían menos, y algunos incluso se emborrachaban durante la comida previa a la Cena.

Tomar la cena indignamente incluye:

•Envida o contienda con otros creyentes, estar enojado o molesto con alguien.

•Tratar la Cena como un mero hecho histórico, una rutina o algo sin importancia.

•Participar despreciando a otros o estando en un estado de borrachera.

El Pr. Juárez enfatizó que tomar la cena indignamente se relaciona directamente con la irreverencia. La irreverencia es la falta de respeto hacia lo sagrado, hacia Dios y hacia las autoridades que Él ha puesto. Esto se manifiesta en cómo hablamos, cómo nos vestimos, cómo tratamos a los demás y a quienes tienen autoridad. Ser irreverente es no reconocer que Dios es santo y que nuestras acciones tienen consecuencias ante Él. El ejemplo de Esaú, que vendió su primogenitura por un plato de comida, ilustra el desprecio por algo valioso que trae consecuencias graves. Tomar la Cena sin discernir el cuerpo de Cristo es despreciar lo que Él hizo en la cruz.

Las Consecuencias y la Disciplina Divina

El pasaje de 1° Corintios 11, menciona serias consecuencias por participar indignamente: juicio y ser culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. Como resultado de comer y beber indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, «hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen». Esto sugiere que la enfermedad, la debilidad e incluso la muerte física o el adormecimiento espiritual pueden ser consecuencias directas de tratar sin reverencia la Cena del Señor y el pacto.

Sin embargo, el propósito de Dios al juzgarnos o castigarnos (disciplinarnos) es para que no seamos condenados con el mundo. La disciplina es parte de nuestra vida cristiana y, aunque no nos gusta, es la corrección amorosa de Dios para evitar una condenación mayor. Dios prefiere corregirnos ahora que vernos perdernos eternamente.

El Llamado a la Auto-Examinación

Ante este panorama, la respuesta bíblica no es evitar la Cena por miedo, sino prepararnos adecuadamente. El versículo clave es: «Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan y beba de la copa».

El auto – examen es personal. No estamos llamados a examinar a otros, sino a mirarnos a nosotros mismos. El propósito es evaluar nuestra condición espiritual, identificar el pecado, resolver los conflictos y poner nuestra vida en orden con Dios antes de participar de la Cena. No se trata de usar la abstención de la Cena como una excusa para no perdonar o no tratar con el pecado.

El Pr. Juárez enfatizó la seriedad del pecado no confesado. Ocultar o callar el pecado impide el perdón divino y trae consecuencias negativas: enferma nuestros huesos (metafóricamente), nos roba la paz y nos lleva a un adormecimiento espiritual. Dios perdona el pecado que le confesamos. Necesitamos desnudarnos delante de Dios y reconocer nuestras faltas con honestidad.

La oración de David en el Salmo 139:23-24 es un excelente modelo para este auto – examen: «Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el camino eterno». Necesitamos la ayuda de Dios para ver nuestros puntos ciegos y vencer el orgullo que nos impide reconocer nuestros errores.

La Cena del Señor es una tremenda bendición, un recordatorio del nuevo pacto sellado con la sangre de Jesús, un pacto mejor que el anterior porque Su sangre tiene poder. Pero también es un acto sagrado que debe ser abordado con reverencia y un corazón preparado.

Participar dignamente significa discernir el cuerpo del Señor, valorar Su sacrificio en la cruz, vivir en paz con nuestros hermanos y mantener una vida de santidad y confesión.

El llamado es claro: examinarnos a nosotros mismos, arreglar nuestras cuentas con Dios, y acercarnos a estos símbolos tan «caros» (costosos por el sacrificio que representan). El objetivo es que la Cena sea una bendición y no traiga juicio a nuestra vida. Dios está llamando a Su iglesia a la santidad, preparándose para hacer grandes cosas. Como dice Josué 3:5: «Santificaos, porque Jehová hará maravillas entre vosotros mañana». Hay perdón, favor y misericordia disponibles cuando nos acercamos a Dios con un corazón sincero y confesamos nuestros pecados.

Que este mensaje nos impulse a honrar el pacto de Cristo no solo al participar de la Cena, sino en cada aspecto de nuestra vida.

Tomado del sermón del pastor Marcelo Juárez predicado el Domingo 11 de Mayo de 2025