«Enfrentando lo que no veo»

Basado en la prédica del Pr. Marcelo Juárez, dónde nos enseña a pedir que Dios nos revele aquellos pecados escondidos.

En el camino de la fe, a menudo nos esforzamos por mostrar una imagen de perfección espiritual. Sin embargo, la Biblia nos presenta personajes reales, con sus virtudes y defectos. David, un hombre «conforme al corazón de Dios», no era ajeno a la lucha contra el pecado. En lugar de ocultar sus imperfecciones, clamaba a Dios en busca de guía y purificación.

•Si leemos en los Salmos 19:12-13 y 139:23-24 encontramos un ejemplo de esta súplica, por parte de David:

David reconocía que algunos de sus pecados le eran ocultos. En el Salmo 19:12, preguntaba: «¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos». En el Salmo 139:23-24, invitaba a Dios a examinar su corazón y pensamientos, pidiendo que le mostrara cualquier cosa que le ofendiera. Esta honestidad radical es un ejemplo para nosotros hoy.

•La ventana de Johari, es un método que nos ayuda a entender mejor este concepto de “enfrentar lo que no veo”: Explorando las áreas de nuestro ser.

Para comprender mejor este proceso de autoevaluación, podemos recurrir a la «ventana de Johari», una herramienta psicológica que divide nuestro ser en cuatro áreas: abierta, ciega, oculta y desconocida. El área desconocida es particularmente relevante, ya que representa aquellos aspectos de nosotros mismos que ni siquiera nosotros podemos ver. Aquí es donde se esconden los pecados y tendencias negativas que nos impiden crecer espiritualmente.

•Humildad:  Poder reconocer nuestras tendencias es la llave para la revelación divina.

El Pr. Marcelo Juárez señala que todos tenemos una tendencia al pecado. Reconocer esta realidad es el primer paso hacia la transformación. David sabía que, aunque conociera sus tendencias, esto no eliminaría el deseo de pecar, pero al menos le permitiría establecer límites. Invitar a Dios a examinarnos implica un riesgo, ya que puede revelar aspectos de nosotros mismos que preferimos ignorar. Sin embargo, solo al enfrentar nuestra verdad podemos experimentar la sanidad y la liberación que Dios ofrece.

•Tristeza vs. Culpa: Saber distinguirlas abre el camino hacia el arrepentimiento genuino.

Es crucial diferenciar entre la tristeza que conduce al arrepentimiento y la culpa que paraliza y destruye. Pablo describe la tristeza piadosa como aquella que nos aleja del pecado y produce salvación. En contraste, la tristeza del mundo, sin arrepentimiento, lleva a la muerte espiritual. El ejemplo de Judas, quien se quitó la vida tras traicionar a Jesús, ilustra este último punto. Él sintió culpa, pero no buscó el perdón y la restauración que Cristo ofrecía.

•Resiliencia: La capacidad de levantarnos con la ayuda de Dios.

El objetivo final de este proceso no es la auto-condenación, sino la transformación. La tristeza bien asimilada produce un cambio de corazón y de vida, un arrepentimiento que lleva a la salvación. En lugar de quedarnos atrapados en el remordimiento, debemos construir resiliencia, la capacidad de recuperarnos y comenzar de nuevo. Esto implica desnudarnos ante Dios, reconocer nuestra necesidad de su ayuda y permitirle guiarnos por el camino de la verdad.

En este viaje siguiendo al Señor, la honestidad y la humildad son nuestras mejores aliadas. Al invitar a Dios a examinar nuestros corazones, podemos descubrir y confrontar esos aspectos ocultos que nos impiden vivir en plenitud. Que podamos despojarnos de toda pretensión y permitir que la luz de Cristo ilumine cada rincón de nuestra alma, guiándonos hacia una vida de verdadera transformación y propósito.

Tomado del sermón del pastor Marcelo Juárez predicado el Domingo 2 de marzo de 2025