La Retribución Divina: Aprendiendo de la Historia de la Sunamita

Basado en la prédica del Pr. Marcelo Juárez, la cual nos invita a tomar en cuenta las claves espirituales que están narradas en la palabra de Dios, específicamente en la historia de la Sunamita.

Podemos reflexionar profundamente sobre la manera en que Dios opera en nuestras vidas, especialmente en lo que respecta a la bendición y la retribución. Si retomamos 2 de Reyes 4:8, encontramos la historia de la mujer de Sunem, la Sunamita. A través de la historia fascinante de la mujer sunamita y el profeta Eliseo, develan principios espirituales poderosos que pueden transformar nuestra perspectiva y nuestra realidad.

El pastor Marcelo Juárez, inicia preguntando sobre el deseo de ser bendecidos económicamente, un anhelo que resuena en muchos. Sin embargo, la clave para experimentar esta bendición yace en la comprensión espiritual. Tal como la sunamita llegó a entender que Eliseo era un «hombre santo de Dios», nosotros también necesitamos discernir la presencia y el obrar divino en nuestras vidas y en aquellos que le sirven.

La actitud de la sunamita es ejemplar. Ella, siendo una mujer distinguida y con posibilidades, no solo ofreció hospitalidad a Eliseo, sino que tomó la iniciativa de construir para él un aposento especial. Este acto de generosidad nació de un corazón agradecido y de un reconocimiento genuino del valor del profeta. Ella dio de corazón, sin esperar nada a cambio.

Este punto es crucial. Vemos en Hechos 10:4, cómo las oraciones y las ofrendas de Cornelio «subieron para memoria delante de Dios». De manera similar, la acción de la sunamita «repercutió en el cielo». Dios recuerda nuestros actos de servicio y nuestra generosidad sincera.

Cuando Eliseo quiso retribuir su bondad, la sunamita respondió: «Yo vivo en medio de mi pueblo», indicando que su necesidad no era inmediata ni basada en la búsqueda de favores humanos. Su ofrenda fue desinteresada. Sin embargo, la observación de Giezi sobre su falta de hijos reveló una necesidad profunda, un sueño olvidado. Entonces, Eliseo le entregó una palabra profética: «Por este tiempo, el año que viene, abrazarás un hijo».

Es aquí donde encontramos una importante advertencia: la reacción a la palabra de Dios es fundamental. Aunque la sunamita concibió y dio a luz como se le había dicho, su respuesta inicial fue de incredulidad: «No, Señor mío, Hombre de Dios, no engañes a tu sierva «Este «pero» revela una duda persistente que, aunque no impidió el cumplimiento de la promesa, abrió una puerta para la pérdida posterior.

La historia continúa con la trágica muerte del niño y la determinación de la sunamita de buscar al profeta. Su insistencia y fe inquebrantable llevaron a un milagro de resurrección. Este relato nos enseña sobre la fidelidad de Dios a su palabra, incluso cuando enfrentamos la incredulidad o la pérdida.

Años después, una hambruna azotó la tierra por siete años, tal como Eliseo había profetizado. La sunamita, siguiendo la palabra del hombre de Dios, se refugió en tierra de los filisteos. Al regresar, había perdido todo. Sin embargo, la acción inicial de la mujer al construir el aposento para el profeta no había sido olvidada. Por una «casualidad» divina, el rey estaba conversando con Giezi sobre los milagros de Eliseo justo cuando la sunamita clamaba por su heredad. El resultado fue una restauración completa de todo lo que había perdido, ¡incluyendo los frutos del campo desde el día en que dejó el país!

Esta historia nos deja lecciones poderosas:

•La importancia de dar de corazón: La bendición a menudo comienza con un acto de generosidad desinteresada.

•La memoria divina de nuestros actos: Dios no olvida nuestras ofrendas y servicios hechos con sinceridad.

•La fidelidad de la palabra de Dios: Sus promesas se cumplen, aunque a veces nuestra fe vacile.

•La obediencia como camino a la protección y restauración: Seguir la guía divina, aunque parezca difícil, trae bendición a largo plazo.

•Cuidado con la duda: La incredulidad puede obstaculizar la plenitud de las bendiciones de Dios

Finalmente, el pastor señala que el dinero puede convertirse en un dios, y Jesús mismo lo dijo: «No se puede servir a Dios y a las riquezas» (Mateo 6:24,). El propósito de la abundancia no es la acumulación egoísta, sino la oportunidad de dar y ayudar a otros.

Que esta reflexión nos motive a examinar nuestros corazones, a dar con generosidad, a creer en la fidelidad de la Palabra de Dios y a vivir de tal manera que nuestras acciones hablen al cielo, recordando que Dios da semilla al que siembra.

Tomado del sermón del pastor Marcelo Juárez predicado el Domingo 30 de marzo de 2025